
No sé en qué momento dejé de creer que los sueños se hacen realidad.
Un día desperté sin esperanzas, sin el calor del suspiro, sin tus manos jugando con las mías.
Simplemente una noche dejé de hacer maquetas para el amor. Destruí el alimento para la esperanza, y los buenos momentos, bueno, me cagué en ellos, los buenos momentos.
Creí que llegaríamos al sol, de verdad, creí que éramos parte de la mejor historia jamás contada, creí que éramos la canción más bella, el poema mejor escrito. Creí que te veía en mi ventana, maullándome por un poco de amor.
Me veo, y creo que creí tantas cosas. No sé si fue porque crecí, o porque murió esa parte de mí, y de ti, que nos hacía ser tan esenciales, tan sicoespaciales.
¿Cómo fuimos capaces de cambiar tanto?
Somos los perfectos asesinos de sueños y utopías, nos convertimos en esclavistas del tiempo y la responsabilidad. ¿Por qué nunca huímos? ¿Por qué no nos atrevimos cuando pudimos?
Ahora, cada uno consumido por una parte de la sociedad, consumidos por el tiempo que ya no podremos echar a correr. Cerramos la cortina de esa ventana al infinito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario